lunes, 15 de abril de 2013

"Nava el Peral o Navalperal de Pinares" I


"El año 1936, fecha del Alzamiento Nacional como dicen unos o fecha de la Sublevación del ejército como dicen otros, fue algo apocalíptico en Navalperal.
Si bien en un principio estaba ocupado por la Zona Republicana, en las pocas fechas transcurridas desde el día 18 al 30 de julio, fue varias veces ocupado por la Guardia Civil, que representaba al bando de los Nacionales, y en otras ocasiones por milicianos que representaban a la República.
En una de aquellas entradas y salidas que unos y otros contendientes hacían, la Guardia Civil detuvo, y se llevó a Ávila a Víctor Elvira, Pedro Callejo, Eugenio Herranz, Mariano Pablo, Ventura Martín, Dionisio Prieto y Mariano García.
Esta especie de "toma y daca" de unos y otros duró hasta que el día 23 de julio, de una forma más estable, fue ocupado por la Columna del entonces Coronel Mangada.
Esta columna de milicianos estaba compuesta por mujeres y hombres, entro los que hacía un considerable número de expresidiarios de las cárceles de Madrid.
Su tarjeta de visita o presentación fue el entrar al pueblo por diferentes calles haciendo un constante fuego de fusilería, sembrando el terror de los pobres vecinos, que casi en su totalidad desconocían las armas de fuego.
Seguidamente, se dirigieron a la Casa Parroquial, de donde sacaron al Sr. Cura, D. Basilio Sánchez, y, frente a su casa contra la pared del Ayuntamiento, fue fusilado.
Asimismo, fueron detenidos y hechos prisioneros: D. Juan Martín y sus hijos, Ventura y Jesús; los hijos de D. Juan Manuel del Río, Tomás, César y Antonio; D. Félix Fernández, eminente médico especialista de pulmón y corazón; Agustín Rosino, Vicente Bernaldo de Quirós y un señor, Guardia Civil retirado, llamado Agapito.
Todas estas personas fueron fusiladas.
Me dice alguna de las personas que por entonces tenía uso de razón, que, cuando los llevaban montados en un camión camino del cementerio, les iban maltratando dándoles con las culatas de los fusiles, haciéndoles sangrar por la boca y la nariz.
Al llegar al lugar donde el camión debería torcer con dirección al cementerio, Agustín Rosino saltó del camión, y salió corriendo por donde mejor pudo. Hubo un momento de indecisión por parte de los milicianos, que permitió al Sr. Rosino tomar alguna delantera hasta que tres de ellos saltaron igualmente en su persecución disparándole constantemente.
Una vez que el camión llegó al cementerio y formado el pelotón de ejecución, D. Juan Martín, dirigiéndose a éste, les dijo: "Todo ajusticiado tiene derecho a que se le conceda una última voluntad, así que pido que me fusilen a mí antes que a mis hijos porque no les quiero ver morir". A lo que le contestaron: "primero, tus hijos; y luego, los que vengan".
Todo lo anterior estaba sucediendo mientras que el Sr. Rosino continuaba en su fuga perseguido por los tres milicianos.
Este Sr. Rosino tenía un comercio de ultramarinos, telas y algo de ferretería, en el que, poco antes de la Guerra, le habían robado gentes de Madrid provistos de un pequeño camión. El Sr. Rosino, en defensa de sus intereses, hirió gravemente a uno de los ladrones, muriendo en una de las Casas de Socorro de Madrid, en cuya puerta le dejaron sus compañeros de robo.
Uno de los milicianos era el mismo que, poco tiempo antes y en compañía de otros más, había robado a Rosino, por lo que a toda costa quería darle alcance para vengar a su antiguo compañero muerto.
En esta situación de huida y persecución, el Sr. Rosino fue herido en una pierna, pero no por ello dejó de correr, y logró despistarlos. Los milicianos que le buscaban entre todas aquellas malezas de jaras y retamas.
Cansados de buscarle, hubo uno de los milicianos que aconsejó dejar la búsqueda, pero los otros dos no consistieron a ello, y continuaron.
Estando en esta disputa, volvió a ser visto, y nuevamente comenzaron a dispararle hiriéndole nuevamente. Casi desfallecido, tendido en tierra y más muerto que vivo, por fin fue alcanzado, y, como quiera que se habían quedado sin munición para sus armas, fue rematado con grandes piedras arrojadas sobre su cabeza.
Esto solo es explicable sabiendo la procedencia de aquellas gentes: hombres presidiarios, duros de corazón e insensibles al dolor de los demás, sin el menor sentido de amor ni caridad para sus semejantes."

"Nava el Peral o Navalperal de Pinares"

A continuación voy a poner el apartado relacionado con la Guerra Civil, que aparece en la obra titulada "Nava el Peral o Navalperal de Pinares" de Andrés Méndez. Esta obra no llegó nunca a publicarse, pero recorre toda la historia del pueblo y tiene un importante punto que trata sobre el tema de estudio de este blog.
Espero que sea de vuestro interés, al menos para mi si me parece de gran relevancia lo que en esta obra expone el autor.
Aprovecho para agradecer a la viuda del autor el proporcionarme el original de esta obra para poder hacerme la copia a partir de la cual hoy puedo utilizar para tomar todos estos datos.

Mapas sacados de obras





Coronel A. Gómez, Carlos, “La guerra de España”. La Facultad. Buenos Aires. 1937.


La guerra contada en distintas obras V


Diversos factores hicieron que la ciudad de Ávila tuviera escasa importancia en los planes de los conspiradores en julio de 1936. La ausencia de guarnición militar en la capital abulense fue uno de los elementos primordiales. Conviene destacar que Ávila pertenecía militarmente a la Séptima División Orgánica, con residencia en Valladolid. Solo existían en Ávila dos establecimientos militares en aquel verano del 36: el Colegio Preparatorio para Suboficiales y Sargentos, y la Caja de reclutas nº 47. Por lo tanto la principal fuerza militar correspondía a la Guardia Civil, cuya Comandancia formaba con la de Madrid el primer Tercio, con cabecera obviamente en esta última ciudad.
El 20 de julio de 1936 la Comandancia de Ávila ordenó a la línea de El Tiemblo que concentrara sus efectivos y algunos de Hoyo de Pinares y Cebreros. La respuesta que obtuvieron fue negativa, principalmente porque a la zona ya habían llegado milicianos de San Martín de Valdeiglesias y las organizaciones obreras se estaban armando.
Durante la tarde del 20 de julio quedaron cortadas las comunicaciones terrestres, por carretera y ferrocarril, con Madrid.
En las primeras horas del martes 21 de julio llegó a la capital amurallada una compañía del Batallón de ametralladoras de Plasencia. Pero estos efectivos no llegaban para expandir la sublevación en la provincia abulense. Su misión era la de ubicarse en Villacastín y esperar allí órdenes. Pero ante la crítica e incierta situación de parte de Ávila, decidió detener su camino por algunas horas. En cualquier caso dicha guarnición militar con su armamento era bastante superior a las milicias establecidas en las zonas leales del Sur y del Este de Ávila. Su participación fue al día siguiente decisiva para que los guardias civiles de la capital pudieran entrar en Navalperal de Pinares y Navas del Marqués. Pero cuando dicha compañía recibió orden de abandonar Ávila, a buen seguro la incertidumbre volvió a incrementarse. Sobre todo al final de dicha jornada la Columna Mangada llegó hasta Cebreros. Esta columna[1] se había formado principalmente con las milicias socialistas del Círculo Oeste (Puente de Segovia), junto al Noveno Batallón sindicalista, guardias civiles y de asalto y un grupo de milicianos del sector Este de Madrid. Los efectivos rondaban los mil hombres con baterías de artillería y diversos vehículos. Es decir, una fuerza netamente superior a la registrada en Ávila capital, y sobre todo con posibilidades de moverse sobre el terreno con relativa facilidad.
El 23 de julio la Columna Mangada se plantó en la entrada de Navalperal donde comenzó un combate que duró más de diez horas. La primera actuación de esta terminó en la madrugada del 24 de julio cuando lograron entrar en la población venciendo la resistencia sublevada; poco después se expandieron hacia las Navas del Marqués. Las fuerzas de la Columna Mangada se desplegaron hacia Aldeavieja y hacia Villacastín. El temor se hizo patente en la capital abulense pues era notoria la superioridad bélica de la columna republicana, y la jornada volvió a transcurrir con gran intranquilidad. Las fuerzas de la ciudad habían sido aumentadas con la llegada el día anterior de una centuria de falangistas vallisoletanos y una sección de artilleros del Regimiento de Medina del Campo con dos ametralladoras. Aún así la columna Mangada presentaba una superioridad notoria. El grupo de guardias civiles, soldados del Colegio Preparatorio y voluntarios de la ciudad amurallada se asomaron hacia Aldeavieja, pero ante la vista del contingente bélico de Mangada decidieron replegarse y esperar. La batalla por la capital abulense nunca llegó a producirse; no sabemos si por una deficiencia del servicio de espionaje de la Columna Mangada o porque quisieron apresurar su camino hacia el Alto del León.
En la jornada del 26 de julio partió de Ávila capital un grupo de unos 120 hombres, 80 de ellos guardias civiles, que ocuparon Navalperal de Pinares y Navas del Marqués; la escasa guarnición de la Columna Mangada huyó principalmente hacia Cebreros.
El 27 de julio, la Columna Mangada, con diversos refuerzos de hasta 600 hombres según Martínez Bande, vuelve a restablecer su presencia en la zona de Navalperal de Pinares y Las Navas del Marqués; para además extenderse hasta las cercanías de Arenas de San Pedro.
El 28 de julio un grupo de más de 100 efectivos, entre guardias civiles y voluntarios, salió de la ciudad de Ávila para presionar el frente de Navalperal. Sólo fue una escaramuza contra el fuerte baluarte que representaba en aquel momento la Columna Mangada.
El 30 de julio llegó a Ávila, procedente de Salamanca, la columna compuesta por fuerzas de la Comandancia de Salamanca, Zamora y Badajoz, así como falangistas y requetés. Al frente de la misma estaba el Comandante de la guardia civil Lisardo Doval Bravo. Entre sus efectivos disponía también de una sección de ametralladoras y una sección de artillería de montaña. La columna se reforzó en Ávila con miembros de la JAP y guardias civiles, hasta alcanzar los 800 hombres.
Sobre las diez de la noche la columna Doval emprendió la marcha hacia Navalperal. En la entrada de esta última localidad fue recibida con intenso fuego de fusilería y morteros, emplazándose una batalla entre ambas fuerzas que duró hasta el día 31 de julio. La derrota de la Columna Doval fue total, teniendo al final que retirarse hacia la capital abulense. Varios factores influyeron en dicha debacle:
- La aviación republicana apoyó los movimientos de la Columna Mangada.
- La Columna Mangada utilizó trenes blindados para posicionar sus tropas y como centros móviles de ametralladoras.
- Varios integrantes de la columna Doval se pasaron a la zona republicana; y es hasta posible que la columna Mangada pudiera haber sido avisada con antelación de los movimientos desde Ávila.
Este combate marcó el inicio de la estabilización del frente de guerra, con mayor planificación y apoyo desde la retaguardia (Madrid). En cualquier caso el 31 de julio se posicionaron además dos escuadrones de Caballería de Salamanca en Villacastín, lo que impediría el avance de la Columna Mangada hacia el Alto del León.

VVAA, “Ávila en el tiempo. Homenaje al profesor Ángel Barrios” Volumen II. González Muñoz, José Mª. “Aportación documental para el estudio de la Guerra Civil en la provincia de Ávila: 17-31 de julio de 1936”, Ávila, 2001 (Pp. 85-132).

[1] El propio Mangada recibió una llamada de ayuda del alcalde de Navalperal tras su huida de la provincia de Ávila, cuando debió desalojar su pueblo ante la presión de la Guardia Civil de la capital.

La guerra contada en distintas obras IV


No habrá escapado a los lectores avisados la persistencia de las acciones desarrolladas en estos dos frentes (Guadarrama y Somosierra), en las que diariamente se anota alguna acción de artillería, seguida de una pequeña penetración. Típico es lo ocurrido en Navalperal, desde donde, según los gubernistas, habría partido una formidable ofensiva de Mangada contra la retaguardia de Yagüe en Talavera. Ahora resulta que, según el Ministerio de Guerra, en Navalperal, del frente del centro, los rebeldes  continúan atacando, aunque han sufrido grandes pérdidas, etc… (Telegrama de fe fecha 25). (p.49).


Ya el mismo día 8 las fuerzas gubernistas que defienden el famoso saliente de Navalperal se retiraron hacia la posición de Navas del Marqués, perdiendo todo el terreno que durante dos meses defendieron con gran tenacidad. Este episodio constituye, sin duda, un gran golpe para la defensa de Madrid, pues, aparte de que el saliente ha servido para mantener una permanente amenaza, que nunca pasó de tal, contra la retaguardia de Yagüe (ahora Varela), era bien sabido que allí se habían establecido las mejores tropas del Gobierno, la famosa columna Mangada. El retroceso de Navalperal se debe, no solamente a la obstinada acción de las tropas nacionalistas, que en ese frente, desde hace veinte días, por lo menos, atacaban sin dar tregua a su enemigo. El es también una consecuencia de la amenaza que para las fuerzas gubernistas situadas al oeste de la línea El Escorial-San Martín de Valdeiglesias significa la ocupación de este último punto, a poco más de 30 kilómetros de la carretera de El Escorial a Madrid. Y ya el día 8 esa amenaza iba a convertirse en una realidad. Es indudable que los gubernistas no habrán dejado de reflexionar a este respecto, y que ello debe haber contribuido a su retirada. (p.68).

Coronel A. Gómez, Carlos, “La guerra de España”. La Facultad. Buenos Aires. 1937.

La guerra contada en distintas obras III


Operaciones complementarias del cerco de Madrid
"El ejército del Norte había cedido al del Sur la plenitud de la iniciativa en cuanto a la conquista de Madrid. Mola se limitaría, por el momento, a coadyuvar con todos los elementos a sus órdenes. Para ello se estudió un plan de operaciones complementarias, cuyos escenarios habrían de ser los montes entre las provincias de Ávila, Madrid y Toledo, de una parte; de otra, los pasos de la provincia de Soria.
Tenían una triple finalidad: apretar el cerco de la capital; fijar al enemigo para impedir que enviara refuerzos contra las columnas del Sur y desorientar en lo posible al Mando rojo acerca de las intenciones de los jefes nacionales.
Por lo que se refiere a los montes de Ávila, las maniobras ocuparon todo el mes de septiembre y una buena parte del de octubre. Fue ocupado el paso del Boquerón, sobre la carretera de Ávila a Toledo. Entraron las vanguardias del Centro en el pueblo de Santa Cruz de Pinares. Un ataque concienzudamente preparado para romper el frente rojo al Norte de El Escorial tuvo una primera fase muy brillante, porque los atacantes entraron en el pueblo de Peguerinos y aniquilaron una parte de las guarniciones enemigas situadas al amparo de las rocas en que es tan abundante en la región. Pero “el error cometido por un mando subalterno”, según dijo el General Mola en una de sus alocuciones, hizo que el éxito inicial se convirtiera en revés. Los victoriosos de Peguerinos descuidaron su sistema de flanqueos, y cuando creían estar más seguros recibieron un vigoroso ataque sobre su ala derecha. El desconcierto producido por la sorpresa y la mejor situación táctica en que momentáneamente se encontraron los rojos, formaron la retirada de las vanguardias nacionales, las cuales hubieron de abandonar las posiciones de Peguerinos, no sin sufrir bajas muy dolorosas.
Esta adversidad no desorganizó lo fundamental de los planes ofensivos, porque en los días siguientes fueron ocupados Herradón de Pinares, San Bartolomé de Pinares y, por fin, el pueblo de Navalperal, en donde había establecido su Cuartel General el teniente coronel Mangada.
Navalperal ofrecía un gran interés táctico para el dominio de los montes entre Ávila y Toledo. Pasaba entre los milicianos rojos como posición inexpugnable. Pero dos días de combate incesante dieron en tierra con la inexpugnabilidad.
Tres núcleos de tropas de Mola ocuparon el pueblo, y al mismo tiempo se establecieron en las posiciones fortificadas al norte del mismo, así como en una altura de 1.300 metros, situada al Sur. El domingo 7 de octubre, dice el Estado Mayor del Ejército del Centro, “la columna de Navalperal, en unión de otra que bajó desde el puerto del Descargadero, estableció contacto nuevamente con el enemigo. Este abandonó sus posiciones y dejó enorme botín. Dos columnas partieron de Hoyo de Pinares y de San Bartolomé; tras brillante ataque, ocuparon el puerto de Cebreros. Y en la última fase de las operaciones ocuparon Robledo de Chavela, Navas del Marqués, Valdemaqueda, Hoyo de Híjar y posiciones al oeste de Peguerinos. De ese modo se estableció un frente defensivo como base para operaciones futuras”.

Aznar, Manuel. “Historia militar de la guerra de España”. Tomo I. Editora Nacional, Madrid, 1958. (Pp. 301-305).

La guerra contada en distintas obras II


Navalperal y Peguerinos
"Fracasado este intento de avance por el Alto del León, los sublevados intentaron el 19 de agosto tomar de revés la defensa republicana mediante un movimiento de flanqueo por la Sierra de Gredos. Fuerzas facciosas, mandadas por el comandante Doval, el sangriento verdugo de los mineros asturianos en octubre de 1934, atacaron a los milicianos de la columna Mangada, que operaba en el sector de Navalperal, desde Cebreros hasta Las Navas del Marqués.
Esta columna se había formado inicialmente sobre la base de las milicias socialistas del Puente de Segovia, comunistas del distrito Oeste, un grupo de empleados de telégrafos, etc. En la primera salida de la columna (antes de estructurarse como tal y de tomar el mando Mangada), un grupo de milicianos socialistas avanzaron en camiones hasta cortar la carretera Valladolid-Madrid. Apostados en esa carretera, cerca de Lebajos detuvieron en plena noche a dos coches con falangistas armados. De uno de ellos salió un hombre que, creyendo estar entre los suyos, gritó que él era el jefe de Falange de Valladolid. Era Onésimo Redondo. Allí mismo fue muerto por los milicianos.
Todos los intentos propagandísticos por asociar su nombre a los combates en el Alto del León son fantasías. Su única “acción de guerra” fue viajar en coche a decenas de kilómetros del frente.
Hacia el 26 de julio, aproximadamente, la columna Mangada ocupó la zona occidental de la Sierra de Guadarrama, extendiéndose hacia la Sierra de Gredos. El Estado Mayor se estableció en Navalperal de Pinares. La columna se engrosó con campesinos de El Tiemblo y otros pueblos serranos y con nuevos batallones de la J.S.U. y del 5º Regimiento: los batallones “Sargento Vázquez” y “Capitán Condés”, el “Asturias” y el “Aida Lafuente”, el “Largo Caballero” y “Pueblo Nuevo de las Ventas”,etc. La columna tenía también un tren blindado, que actuaba con eficacia.
El ataque faccioso del 19 de agosto fue desmontado en su fase inicial, en gran parte, por el fuego de la batería del capitán Salinas y la acción de siete aviones al mando de Hidalgo de Cisneros.
El 20 de agosto los facciosos repitieron el ataque, llevando esta vez en vanguardia a un tabor de regulares indígenas.
La escuadrilla de Hidalgo de Cisneros les atacó con la misma eficacia que el día anterior; un vigoroso contraataque de los milicianos puso en retirada a las fuerzas de Doval, que se desbandaron tomando el camino de Ávila. El pánico cundió de tal manera que los sublevados empezaron a evacuar aquella ciudad.
El general Mola envió a Franco un telegrama en el que decía:
“Para no continuar sacrificando inútilmente a mis fuerzas, suspendo la operación hasta que no reciba refuerzos de aviación”.
Mangada no supo aprovechar esta victoria para progresar hacia Ávila y se conformó con avanzar sus posiciones hasta Punta Mapa, a pesar de no tener delante enemigo a muchos kilómetros. Esta concepción estática de la guerra anuló las ventajas que proporcionaban a Mangada la alta calidad combativa de sus fuerzas y su situación privilegiada en un flanco abierto del enemigo.
Rehecho el Primer Tabor del 4º Grupo de Regulares de Larache de la derrota sufrida en Navalperal, asestó un golpe por sorpresa en el sector de Peguerinos.
El 29 de agosto, los soldados marroquíes del coronel Martínez Zaldívar, junto con fuerzas de la guardia civil y requetés de Pamplona, pasaron por sorpresa el puerto del Boquerón, débilmente guardado, y cayeron sobre Peguerinos. Las tropas moras entraron a cuchillo en el pueblo, degollaron a los hombres, haciendo víctimas de odiosas violencias a las mujeres y saqueando los humildes hogares campesinos. El flanco izquierdo de los defensores del Guadarrama quedó amenazado. A tapar la brecha acudieron los batallones “Octubre I”, al mando de Etelvino Vega, y “Octubre II”, a las órdenes de Fernando de Rosa, que murió heroicamente en ese frente unos días más tarde.
Bajo el mando de Modesto, acudió desde Navacerrada una columna compuesta de dos compañías del batallón Thaelmann y de una compañía de guardias de asalto; de Guadarrama vino Márquez al frente de una compañía del batallón de “La Victoria” y de Navalperal, una compañía del batallón “Largo Caballero”.
Las fuerzas milicianas arrollaron las defensas del enemigo, que fue cercado en el pueblo y destruido después de una lucha encarnizada. El tabor quedó totalmente aniquilado. El frente de Guadarrama se estabilizó definitivamente, después de un mes largo de combates ininterrumpidos.
En su conjunto, la primera batalla por Madrid había terminado con el fracaso de los facciosos y con un éxito táctico importante de la República.
Este resultado fue el fruto del sacrificio y de la abnegación de millares de obreros y campesinos, de empleados, estudiantes e intelectuales. En el fuego mismo del combate, estos supieron crear una organización militar que, aunque primaria y defectuosa, fue capaz de detener a las unidades del ejército faccioso de Valladolid, Segovia, Pamplona y Burgos, a las tropas mercenarias de África y a los destacamentos de falangistas y de requetés.
La gran gesta de la Sierra fue la gesta del pueblo. En ella ocuparon un lugar destacado las compañías y batallones organizados por el Partido Comunista y por la Juventud Socialista Unificada. Estas unidades mantuvieron los sectores más duros y arriesgados de la defensa, contagiando a todos con su ejemplo de acometividad, de disciplina, de conciencia revolucionaria y de espíritu de sacrificio.
En los combates de la Sierra se templó el 5º Regimiento. Sus unidades introdujeron allí un orden militar democrático, incorporaron a sus filas a miles de milicianos dispersos, desarmaron y enviaron a la retaguardia a los que no querían combatir; establecieron puestos de control en la zona del frente, abrieron puntos de reclutamiento y de instrucción en los pueblos campesinos, crearon de nueva planta los servicios de intendencia, de sanidad y de municionamiento.
Todo este esfuerzo combativo y ordenado del 5º Regimiento dio solidez y estabilidad al frente y proporcionó cauce eficaz a aquel portentoso heroísmo de masas con que el pueblo respondió a las columnas de Mola.
Al lado del pueblo, las filas del 5º Regimiento y de otras unidades, lucharon con abnegación y valentía millares de soldados y guardias de asalto.
Militares patriotas como el capitán Benito, el capitán de asalto José Fotán, los de infantería Landa, Terán y López Paredes, el comandante de infantería de marina Ristori, los coroneles Puig y Castillo, y tantos otros, caídos en esos primeros combates, quedan en el recuerdo de la Patria como ejemplo de lealtad y de fidelidad a la República." 

Ibárruri, Dolores [et.al.], “Guerra y Revolución en España. 1936-39”. Tomo I. Editorial Progreso. Moscú. 1967.(pp. 279-281).

La guerra contada en distintas obras I


"Se sabe que en Navalperal de Pinares el alcalde y el secretario socialistas, que, detenidos el domingo en Ávila, fueron puestos en libertad, a su regreso al pueblo han armado a sus secuaces y practicado registros en las casas de los vecinos de derechas. Es Navalperal un municipio importante por su posición sobre el ferrocarril del Norte y su riqueza forestal. Cuenta con mil doscientos habitantes. Pertenece al partido judicial de Cebreros y limita con los municipios de Peguerinos, Las Navas del Marqués y Hoyos de Pinares. Navalperal forma un valle al sur de la Sierra de Malagón.
Para evitar que la revolución se adueñase de comarca tan importante, salió de Ávila el martes 21 una pequeña columna de la Guardia Civil, que mandaba el teniente jefe de la línea de las Navas del Marqués, don José Moreno Vega y que se componía de un sargento, dos cabos, un corneta y diez guardias, a los que se unieron el sargento José Aparicio y una sección con una máquina de la compañía de Ametralladoras, recién llegada de Plasencia. Pretendía esta fuerza establecer la normalidad en Navalperal, designar una nueva Comisión Gestora y seguir a Las Navas del Marqués, para que los guardias de aquel puesto recogiesen  a sus familias y las trasladasen a Ávila.
Los revolucionarios de Navalperal habían recibido refuerzos durante el día. En su auxilio llegó el alcalde de Peguerinos, Vicente Frutos, al frente de una nutrida partida de vecinos. Hacia las diez de la noche la columna de Ávila llegaba a unos quinientos metros del pueblo, cuyas calles estaban a oscuras. Los revolucionarios, apostados en los taludes del ferrocarril, rompen un fuego tan nutrido, que el teniente Moreno decide parapetarse hasta que amanezca y pide refuerzos, que acuden aquella misma noche a las órdenes del capitán Alcázar. Se componen de Guardia civil, algunos soldados del colegio preparatorio y treinta hombres y dos máquinas más de la compañía de Plasencia, al mando del teniente don Domingo Rodríguez Barahojos. Al amanecer del 22, se reanuda el ataque y la resistencia es fácilmente vencida. Son hechos prisioneros, entre otros, doce vecinos de Peguerinos que acudían a Navalperal en una camioneta. Los revolucionarios en su huída dejaron también muertos y heridos en las calles. El núcleo mayor de fugitivos se replegó hacia Peguerinos con el alcalde de este pueblo, mientras el de Navalperal con su hijo, el secretario y el administrador de Consumos, Enrique Filloy Méndez, también destacado agitador, tomaban el camino de Madrid.
La fuerza pública declaró en Navalperal el estado de guerra y prosiguió a Las Navas del Marqués, donde decidió quedarse el teniente Moreno con los guardias del puesto, en vez de regresar a Ávila con las familias de aquellos, como primeramente se había pensado. El resto de la fuerza se replegó sobre aquel mismo día 22 sobre Ávila, dejando la comarca, con excepción de Peguerinos y Cebreros, aparentemente tranquilizada. Y la compañía de Plasencia recibió orden de trasladarse a Villacastín, para esperar allí el paso de una fuerte columna que se había formado en la capital vallisoletana y que marchaba hacia Madrid.
Fue este día 22 de grandes emociones. A primera hora un avión enemigo vuela sobre la ciudad y arroja paquetes de periódicos y proclamas, y como se le responde con un fuego desordenado que hacen todos los guardias, soldados o vecinos que disponen de un fusil, una pistola o una escopeta, desciende más y replica con su ametralladora, aunque si causar desgracias. Circula el rumor de que en Cebreros, en poder de los rojos, se está organizando una columna a cuyo frente se encuentran la “Pasionaria” y el teniente coronel Mangada. Esto acelera el armamento de las personas que no se muestran dispuestas a que los arrolle la revolución. Durante este día y los inmediatos siguientes se ven caballeros ancianos armados de escopetas de caza o de museo, que hacen su centinela en la muralla. Esta recobra el prestigio que tuvo en los tiempos medievales, cuando Jimena Blázquez la guarneció con una milicia de mujeres para defenderla de los sarracenos. Vuelve a ser el antemural de Ávila: la coraza de piedra tras la que se guarece el vecindario amenazado.
Hacia el anochecer se conocen detalles de la sangrienta batalla que se ha librado en el Alto del León y, como triste testimonio de ella, en las primeras horas del día 23 se reciben, con una emoción difícilmente contenida, los restos gloriosos del comandante de Artillería don Gabriel Moyano y Balbuena, conde de Villahermosa del Pinar, fallecido a consecuencia de sus heridas.
Sigue en fermentación la provincia, acentuándose su deslinde en zona favorable al Ejército y zona revolucionaria. La segunda llega hasta las proximidades de la capital por el Este y Sur de ella y por el Sudoeste hasta las sierras de Gredos y de San Vicente, por las que enlaza con Talavera de la Reina. Por el Nordeste, se extiende al través del macizo fangoso de Peguerinos hasta cerca de San Rafael y el Alto del León, ya en tierras de Madrid y de Segovia.
En Burgohondo ocurre una colisión este día entre el vecindario y unos comunistas forasteros que ocupan una camioneta. Cuatro de ellos, entre los que se cuenta una mujer, resultan muertos. Los rumores que señalaban la presencia del teniente coronel Mangada en Cebreros no carecían de fundamento. El vesático cabecilla se había presentado en la importante localidad en la tarde del día 22 al frente de una columna motorizada de unos mil hombres pertenecientes al Noveno Batallón Sindicalista, constituido por elementos del Puente de Segovia, un batallón llamado “Voluntarios de Asturias” y tres camiones de guardias civiles y de Asalto, estos últimos de la compañía de Badajoz.
Tal columna se había formado el primer día del Alzamiento en la carretera de Extremadura y Casa de Campo, en cuya puerta del Ángel tenía su Cuartel general. Fue la que avanzó contra la Artillería del Campamento, en Carabanchel. Cuando se dedicaba a asesinar a mansalva, en horribles matanzas en la Casa de Campo a cuantos, acusados de fascistas, caían en su poder, se presentaron el alcalde y el secretario de fugitivos de Navalperal, que eran amigos del teniente coronel. Fácilmente convencieron a este de la conveniencia de llevar su acción, con éxito seguro, por tierras de Ávila, en las que no existían fuerzas del Ejército, sino puestos aislados de la Guardia civil. Abundaban además en ella fascistas ricos, se guardaban rebaños y se almacenaban productos alimenticios de todas clases: una verdadera Jauja. Mangada impulsado por aquellas perspectivas, aceptó la propuesta con júbilo, y el mismo día 22 formó a su gente, la arengó y tomó el camino de la ínsula que se le brindaba. Por la carretera de Extremadura llegó a los Carabancheles; allí torció por la secundaria que lleva por Brunete a San Martín de Valdeiglesias y desde este último lugar se plantó en Cebreros, donde le esperaban jubilosos los izquierdistas más notorios de la comarca, entre ellos Sánchez Vaquero, capitán que había sido de Intendencia y perteneciente a una familia abulense muy conocida -- su padre era abogado y cacique liberal influyente --; Urbano González, capitán retirado, y el médico de Hoyos de Pinares Isidro Carmona. En el acto Mangada incorporó a todos al que denominaba Estado Mayor de su banda.
Es Cebreros una población muy floreciente. Se asienta a la orilla del río Alberche sobre una alta y bien aireada loma. Su iglesia parroquial, que se atribuye a Juan de Herrera, es de una arquitectura notable. Cuenta cinco mil habitantes. Su tierra es muy rica. De primera intención los invasores se pusieron en busca del cura párroco, don José Máximo Moro Briz, hermano del Obispo de la diócesis. Entre escarnios y vejaciones se le llevó a la cárcel, donde había de permanecer hasta su martirio. Luego se ocuparon los Bancos; había en Cebreros varias sucursales de los más importantes de éstos, y de sus fondos se incautaron los bandoleros por procedimientos expeditivos. La hermosa iglesia parroquial fue profanada y saqueada. Se robaron cuatro cálices de oro, uno de ellos recuerdo de Carlos V y otro de Felipe II; destruyeron el órgano e inutilizaron la custodia y dispersaron el archivo. Las campanas las apearon para transformarlas en municiones, según decían.
Pernoctaron allí, y en la mañana siguiente, 23, recibió el teniente coronel la visita de unos emisarios de El Tiemblo, que le invitaban a que hiciera acto de presencia en su pueblo, que se alza también a orillas del Alberche y que los extremistas locales dominaban desde el primer momento, habiéndose impuesto por el terror y la barbarie. Para celebrar su triunfo condimentaron una paella en la lumbre hecha con las maderas policromadas de las imágenes de la iglesia, cuyo óxido, al desprenderse e impregnar el guiso, intoxicó a los sacrílegos comensales.
Mangada, tras de aceptar muy complacido el homenaje de estos malhechores, siguió su marcha hacia Navalperal, que era el objetivo codiciado de los caciques que le acompañaban. La desgraciada localidad había vuelto a quedar indefensa al replegarse sobre Ávila, como se ha dicho, la pequeña columna que la había ocupado."

Arrarás, Joaquín; “Historia de la Cruzada Española”, volumen 3. Editora Nacional, Madrid, 1940.