martes, 25 de septiembre de 2018

Navalperal en los libros

Hoy os traigo una nueva entrada encontrada en un libro de memorias del año 1937, en la que el personaje, de la zona nacional, va recorriendo los diferentes frentes desde el norte hasta Toledo y la zona de Madrid. En esta obra nos encontramos con 2 capítulos, en uno habla de Navalperal y en el otro de Las Navas del Marqués (este lo pondré la semana que viene). Espero que os parezca interesante. Obviamente, hay que tener en cuenta las connotaciones políticas que se observan a lo largo del relato, por lo que a pesar de ser documentos valiosos hay que tener cuidado con los datos que en él se encuentran y contrastar con otras fuentes.

"Al día siguiente de nuestra llegada a Toledo empezó a circular por el campamento la noticia que se operaba en Navalperal, persiguiendo la conquista de este pueblo.
En los primeros días del alzamiento, aquel desborde de acometividad y de entusiasmo que, afortunadamente para nuestra causa, se mantiene íntegro y creciente, pero ahora, refrenado por la sabiduría y la prudencia del alto mando, lanzó a los nuestros, en un ímpetu alegre y patriótico, sobre el poblado de Navalperal. Un puñado de soldados valientes, con los arrojados requetés y los intrépidos falangistas, al mando del comandante Doval, decidieron la ocupación. Y con sus pechos por todo escudo y su coraje como motor, sin más armas que el fusil, allá se fueron confiados en la victoria. Y la lograron después de una tenaz resistencia de la columna del traidor Mangada, ladrón de corderos y de gallinas, que empleó contra nuestros hermanos todo el poder de sus máquinas de guerra, de las que iba perfectamente dotada su cuadrilla de salteadores: ¡Artillería, ametralladoras, bombas de mano! Pero ¿Qué significaba toda aquella enorme acumulación de elementos defensivos contra la fe que animaba nuestras fuerzas? Una vez más se demostró, en esta guerra, el poder invencible del espíritu sobre la acción mecánica y fría de los medios materiales.
¡El pueblo se tomó! Sobre la pobreza de las casitas serranas se tendieron al aire los esplendores de nuestra bandera. Se dió sangre con gozo y heroismo sin tasa, y los muchachos, jubilosos, llenaban el espacio con los himnos y canciones de su alegría.
¡Pero...! La rabia del fracaso se agarró con desesperación al teléfono:
- ¡Madrid!¡Madrid! ¡Estamos arrollados!¡Han entrado en Navalperal! Enviad refuerzos y, sobre todo y en seguida, aviación, mucha aviación.
A poco, sobre los cantos victoriosos, dominaba el mosconeo de los motores y, en la serenidad de tarde azul, las alas de la traición se extendían bajo el cielo como un presagio fúnebre.
- ¡Los aeroplanos!
Una verdadera granizada de acero cayó sobre nuestra gente. Se aguantó con impavidez, con estoicismo. ¡Resistir era una locura! Y se ordenó la retirada y recogida, con amor, nuestra bandera, los tristes senderos de la vuelta los marcó la desesperación con las huellas imborrables de un llanto de amargura.
¿Comprendéis ahora por qué se seguían con tan expectante atención las operaciones sobre Navalperal? Niños mimados por la fortuna, acostumbrados al triunfo diario, cualquier revés, inevitable en toda lucha, nos enloquece.
Pero, naturalmente, se ha vuelto a tomar Navalperal, y ahora de modo definitivo. ¡Para qué deciros nuestro alborozo!
Mangada, el ladrón de gallinas y de corderos, sintió una vez más, el castigo implacable de nuestras armas en desquite. Huyó cobarde. En la noche como los bandidos, escapó con su cuadrilla, dejando, para su oprobio, en el lugar donde se consideraba dueño, letreros, material abundante, muchos trofeos, testigos elocuentes de su derrota.
Cuando fuimos al pueblo a sentir el goce íntimo, el placer material de la posesión, sobre las esquinas y en las paredes roídas por el fuego de nuestros cañones, se leía con profusión:
-       ¡Columna Mangada!
En el habitáculo del bandolero, grandes cartelones de aviso a los milicianos, pregonaban:
-       ¡Defendamos Navalperal hasta la muerte!¡Caído Navalperal, perdido Madrid!
¡Y Navalperal está en nuestro poder para siempre!
Un aldeano, cazurrón y receloso, nos dice:
-       ¡Si esta gente no puede ser! Delante de mí los milicianos discutían el otro día con un capitán.
-       ¡Que no, que no! Aquí no hay comandantes, ni capitanes, ni nada. ¿No sabes que acabaron las categorías, camarada?¡Aquí somos todos iguales!
Es considerable el número de camiones y de coches excelentes abandonados con averías. En una de las banderas rojas cogidas, se lee con caprichosas letras de adorno, cuidadosamente dibujadas: “Columna Mangada. 5ª Compañía. Los tejeros”; y para muestra de organización y de cuidado el siguiente episodio:
 En la rápida huida se olvidaron del teléfono. Ya nuestros soldados en el pueblo, llama el aparato por sus timbres. Un sargento coge el auricular:
-       ¿Quién llama?
-       ¿Navalperal?
-       ¡Sí!¡Al habla!
-       Díme qué pasa, camarada. Por aquí corre la noticia de que Navalperal se ha rendido. No será verdad ¿eh?
-       No sé que decirte, responde el sargento. Yo estoy metido en una casa, oyendo tiros por todas partes ¡Menudo “fregao”!
-       ¿Y qué pensáis hacer?
-       ¡Yo, rendirme!¡Lo que debierais hacer vosotros!
-       ¿Y quién se entrega para que nos maten?
-       No tengas miedo, camarada. Si te presentas con las manos arriba y sin armas, no te matan.
Bruscamente se interrumpe la comunicación. ¡Tarde se dieron cuenta del ridículo!
Nos sacamos la espina de Navalperal, que hacía sangrar nuestro corazón. Para los vivos hubo oro de sol en las copas, chocar de vasos, brindis inflamados, en la entusiasta celebración. Para los muertos un recuerdo conmovido, un silencio respetuoso y la música rumurosa de unas plegarias cordiales.
Ya está Mangada, el ladrón de corderos y de gallinas, huyendo por la sierra. Era su lógico destino. Los milicianos a sus órdenes se extrañaban del afecto, de la consideración, del amor entrañable que por las gallinas demostraba.
-       ¡Ni que fuera su hijo!, se decían, quién sabe si con acierto indiscutible.
El éxodo ha sido hacia Cebreros, ya en nuestro poder.
Ahora nos queda perseguir al ladrón hasta exterminarlo y convertir en realidad su profecía: “Caído Navalperal, perdido Madrid”.
¡Vamos a ver si lo encontramos!


Pérez Olivares, Rogelio. "¡España en la cruz! (Diario de otro testigo)". Imp. Católica. Avila. 1937. Pp 267-271

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Recreación Navas del Marqués

El fin de semana del 6-7 de octubre estaré junto con compañeros de la Asociación Frente de Madrid realizando el día 6 una visita guiada y una recreación en las posiciones que hay en las Navas del Marqués. El domingo 7, en el espacio cultural de los Toriles pondré una exposición con objetos de época.
Es ya la segunda edición de estas jornadas de Guerra Civil. El año pasado se aprovechó para inaugurar la ruta de Fortines y Trincheras, muy recomendable si no las conocéis ya.
Os invito a todos los que queráis a participar ambos días en estos eventos, tanto a los que ya lo conocéis del año pasado porque encontraréis cosas nuevas, como a los que no pudieron asistir o no lo conocían, ya que es una buena oportunidad de conocer la historia de primera mano y ver objetos originales de la época.
Os dejo el enlace del Ayuntamiento para más información.