"Se
sabe que en Navalperal de Pinares el alcalde y el secretario socialistas, que,
detenidos el domingo en Ávila, fueron puestos en libertad, a su regreso al
pueblo han armado a sus secuaces y practicado registros en las casas de los
vecinos de derechas. Es Navalperal un municipio importante por su posición
sobre el ferrocarril del Norte y su riqueza forestal. Cuenta con mil doscientos
habitantes. Pertenece al partido judicial de Cebreros y limita con los
municipios de Peguerinos, Las Navas del Marqués y Hoyos de Pinares. Navalperal
forma un valle al sur de la Sierra de Malagón.
Para
evitar que la revolución se adueñase de comarca tan importante, salió de Ávila
el martes 21 una pequeña columna de la Guardia Civil, que mandaba el teniente
jefe de la línea de las Navas del Marqués, don José Moreno Vega y que se
componía de un sargento, dos cabos, un corneta y diez guardias, a los que se
unieron el sargento José Aparicio y una sección con una máquina de la compañía
de Ametralladoras, recién llegada de Plasencia. Pretendía esta fuerza
establecer la normalidad en Navalperal, designar una nueva Comisión Gestora y
seguir a Las Navas del Marqués, para que los guardias de aquel puesto
recogiesen a sus familias y las
trasladasen a Ávila.
Los
revolucionarios de Navalperal habían recibido refuerzos durante el día. En su
auxilio llegó el alcalde de Peguerinos, Vicente Frutos, al frente de una
nutrida partida de vecinos. Hacia las diez de la noche la columna de Ávila
llegaba a unos quinientos metros del pueblo, cuyas calles estaban a oscuras.
Los revolucionarios, apostados en los taludes del ferrocarril, rompen un fuego
tan nutrido, que el teniente Moreno decide parapetarse hasta que amanezca y
pide refuerzos, que acuden aquella misma noche a las órdenes del capitán
Alcázar. Se componen de Guardia civil, algunos soldados del colegio
preparatorio y treinta hombres y dos máquinas más de la compañía de Plasencia,
al mando del teniente don Domingo Rodríguez Barahojos. Al amanecer del 22, se
reanuda el ataque y la resistencia es fácilmente vencida. Son hechos
prisioneros, entre otros, doce vecinos de Peguerinos que acudían a Navalperal
en una camioneta. Los revolucionarios en su huída dejaron también muertos y
heridos en las calles. El núcleo mayor de fugitivos se replegó hacia Peguerinos
con el alcalde de este pueblo, mientras el de Navalperal con su hijo, el
secretario y el administrador de Consumos, Enrique Filloy Méndez, también
destacado agitador, tomaban el camino de Madrid.
La
fuerza pública declaró en Navalperal el estado de guerra y prosiguió a Las
Navas del Marqués, donde decidió quedarse el teniente Moreno con los guardias
del puesto, en vez de regresar a Ávila con las familias de aquellos, como
primeramente se había pensado. El resto de la fuerza se replegó sobre aquel
mismo día 22 sobre Ávila, dejando la comarca, con excepción de Peguerinos y
Cebreros, aparentemente tranquilizada. Y la compañía de Plasencia recibió orden
de trasladarse a Villacastín, para esperar allí el paso de una fuerte columna
que se había formado en la capital vallisoletana y que marchaba hacia Madrid.
Fue
este día 22 de grandes emociones. A primera hora un avión enemigo vuela sobre
la ciudad y arroja paquetes de periódicos y proclamas, y como se le responde con
un fuego desordenado que hacen todos los guardias, soldados o vecinos que
disponen de un fusil, una pistola o una escopeta, desciende más y replica con
su ametralladora, aunque si causar desgracias. Circula el rumor de que en
Cebreros, en poder de los rojos, se está organizando una columna a cuyo frente
se encuentran la “Pasionaria” y el teniente coronel Mangada. Esto acelera el
armamento de las personas que no se muestran dispuestas a que los arrolle la
revolución. Durante este día y los inmediatos siguientes se ven caballeros
ancianos armados de escopetas de caza o de museo, que hacen su centinela en la
muralla. Esta recobra el prestigio que tuvo en los tiempos medievales, cuando
Jimena Blázquez la guarneció con una milicia de mujeres para defenderla de los
sarracenos. Vuelve a ser el antemural de Ávila: la coraza de piedra tras la que
se guarece el vecindario amenazado.
Hacia
el anochecer se conocen detalles de la sangrienta batalla que se ha librado en
el Alto del León y, como triste testimonio de ella, en las primeras horas del
día 23 se reciben, con una emoción difícilmente contenida, los restos gloriosos
del comandante de Artillería don Gabriel Moyano y Balbuena, conde de
Villahermosa del Pinar, fallecido a consecuencia de sus heridas.
Sigue
en fermentación la provincia, acentuándose su deslinde en zona favorable al
Ejército y zona revolucionaria. La segunda llega hasta las proximidades de la
capital por el Este y Sur de ella y por el Sudoeste hasta las sierras de Gredos
y de San Vicente, por las que enlaza con Talavera de la Reina. Por el Nordeste,
se extiende al través del macizo fangoso de Peguerinos hasta cerca de San
Rafael y el Alto del León, ya en tierras de Madrid y de Segovia.
En
Burgohondo ocurre una colisión este día entre el vecindario y unos comunistas
forasteros que ocupan una camioneta. Cuatro de ellos, entre los que se cuenta
una mujer, resultan muertos. Los rumores que señalaban la presencia del
teniente coronel Mangada en Cebreros no carecían de fundamento. El vesático
cabecilla se había presentado en la importante localidad en la tarde del día 22
al frente de una columna motorizada de unos mil hombres pertenecientes al
Noveno Batallón Sindicalista, constituido por elementos del Puente de Segovia,
un batallón llamado “Voluntarios de Asturias” y tres camiones de guardias
civiles y de Asalto, estos últimos de la compañía de Badajoz.
Tal
columna se había formado el primer día del Alzamiento en la carretera de
Extremadura y Casa de Campo, en cuya puerta del Ángel tenía su Cuartel general.
Fue la que avanzó contra la Artillería del Campamento, en Carabanchel. Cuando
se dedicaba a asesinar a mansalva, en horribles matanzas en la Casa de Campo a
cuantos, acusados de fascistas, caían en su poder, se presentaron el alcalde y
el secretario de fugitivos de Navalperal, que eran amigos del teniente coronel.
Fácilmente convencieron a este de la conveniencia de llevar su acción, con
éxito seguro, por tierras de Ávila, en las que no existían fuerzas del
Ejército, sino puestos aislados de la Guardia civil. Abundaban además en ella
fascistas ricos, se guardaban rebaños y se almacenaban productos alimenticios
de todas clases: una verdadera Jauja. Mangada impulsado por aquellas
perspectivas, aceptó la propuesta con júbilo, y el mismo día 22 formó a su
gente, la arengó y tomó el camino de la ínsula que se le brindaba. Por la
carretera de Extremadura llegó a los Carabancheles; allí torció por la
secundaria que lleva por Brunete a San Martín de Valdeiglesias y desde este
último lugar se plantó en Cebreros, donde le esperaban jubilosos los
izquierdistas más notorios de la comarca, entre ellos Sánchez Vaquero, capitán
que había sido de Intendencia y perteneciente a una familia abulense muy
conocida -- su padre era abogado y cacique liberal influyente --; Urbano González,
capitán retirado, y el médico de Hoyos de Pinares Isidro Carmona. En el acto
Mangada incorporó a todos al que denominaba Estado Mayor de su banda.
Es
Cebreros una población muy floreciente. Se asienta a la orilla del río Alberche
sobre una alta y bien aireada loma. Su iglesia parroquial, que se atribuye a
Juan de Herrera, es de una arquitectura notable. Cuenta cinco mil habitantes.
Su tierra es muy rica. De primera intención los invasores se pusieron en busca
del cura párroco, don José Máximo Moro Briz, hermano del Obispo de la diócesis.
Entre escarnios y vejaciones se le llevó a la cárcel, donde había de permanecer
hasta su martirio. Luego se ocuparon los Bancos; había en Cebreros varias
sucursales de los más importantes de éstos, y de sus fondos se incautaron los
bandoleros por procedimientos expeditivos. La hermosa iglesia parroquial fue
profanada y saqueada. Se robaron cuatro cálices de oro, uno de ellos recuerdo
de Carlos V y otro de Felipe II; destruyeron el órgano e inutilizaron la
custodia y dispersaron el archivo. Las campanas las apearon para transformarlas
en municiones, según decían.
Pernoctaron
allí, y en la mañana siguiente, 23, recibió el teniente coronel la visita de
unos emisarios de El Tiemblo, que le invitaban a que hiciera acto de presencia
en su pueblo, que se alza también a orillas del Alberche y que los extremistas
locales dominaban desde el primer momento, habiéndose impuesto por el terror y
la barbarie. Para celebrar su triunfo condimentaron una paella en la lumbre
hecha con las maderas policromadas de las imágenes de la iglesia, cuyo óxido,
al desprenderse e impregnar el guiso, intoxicó a los sacrílegos comensales.
Mangada,
tras de aceptar muy complacido el homenaje de estos malhechores, siguió su
marcha hacia Navalperal, que era el objetivo codiciado de los caciques que le
acompañaban. La desgraciada localidad había vuelto a quedar indefensa al
replegarse sobre Ávila, como se ha dicho, la pequeña columna que la había
ocupado."
Arrarás, Joaquín; “Historia de la Cruzada Española”,
volumen 3. Editora Nacional, Madrid, 1940.
Que visión tan parcial de la historia, y que falta de memoria del autor para recordar los nombres.
ResponderEliminarHombre tiene su lógica, viendo el autor y la obra. Con el título de "Historia de la Cruzada Española", conjunto de 8 tomos realizados entre los años 1939 y 1945, es obvio que tiene unos claros tintes partidistas del nuevo régimen instaurado.
ResponderEliminarBueno , parcial para unos para otros imparcial; mi abuelo sargento de la guardia civil de las Navas , fue llamado con sus compañeros para ayudar a vecinos de navalperal y en una emboscada la columna mangada les mataron y les cortaron la polla a todos para ponérsela en la boca , y así colgados de una viga les encontraron al día siguiente
ResponderEliminarRisa da leer tan impreciso y tendencioso relato.Creo que el autor ha olvidado que la República era el gobierno legítimo y los golpistas, quienes atentaron contra ella con apoyo de Hitler, por sólo mencionar uno de los fascistas...
ResponderEliminarBueno, es una obra que empezó a escribirse cuando todavía la guerra no había terminado. Es lógica esta visión tan partidista de los hechos narrados.
EliminarLa izquierda y la derecha siempre han envenenado la convivencia, no les importa ni la cohesión social ni la unidad nacional, mejor estaría España si se ubiesen matado totalmente entre ellos
ResponderEliminarPATRIA LIBRE
hubiesen
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