jueves, 25 de septiembre de 2014

Mosquetón Mauser Español, mod. Oviedo 1916






A continuación el Mosquetón más utilizado durante la guerra (por ser el reglamentario del ejército español cuando estalló) y el que se utilizó en Navalperal. Podeís observar el arma sin bayoneta y con ella. Si ella mide un total de 105 cm, y con ella 144 cm, lo cual hacía que fuese tipo lanza para los asaltos a las posiciones enemigas. Es un fusil de cerrojo que podía albergar hasta 5 balas, las cuales, usualmente se cargaban mediante los peines, como se observa en las fotografías. De hecho el que posee las balas en peor estado proviene de Navalperal, tanto las 5 balas como el peine. El otro, aunque es original de guerra, es comprado y no se de qué zona habrá salido. También incluyo una fotografía de cómo se realizaría la carga del arma, colocando el peine de esa manera y empujando con el pulgar hacia abajo, de tal manera que las 5 balas entrarían en el arma y al cerrar el cerrojo el peine saldría expulsado, normalmente se recogía para reutilizarse, pero es muy común encotrarlos tirados.

Uniforme Nacional


Por otro lado, el uniforme típico del bando nacional, que era el que estaba en uso en el momento de empezar la guerra. Consistía en unos pantalones polaina, botas (borceguíes) o alpargatas (dependiendo de la estación del año) y gorrillo cuartelero con borla. El fusil que llevan es el Mauser Español, reglamentario en el ejército español y utilizado por ambos bandos en Navalperal.

Uniforme República








Más fotos de la salida a Segovia. En este caso con uniformes típicos de las tropas de la República y que posiblemente llevasen los miembros de la Columna Mangada. El único comentario sería que en la primera foto aparecen 2 tipos de fusiles: El Mauser Español que sí que se utilizó en Navaleperal (el que llevo yo por ejemplo), y por otro lado el Mosin Nagant soviético, muy utilizado por las tropas republicanas, muy común en el frente de Madrid, pero que en Navalperal no estuvo.

Artillería utilizada en Navalperal







Este año, como miembro de la Asociación de Recreación Histórica Frente de Madrid, nos invitaron a la Academia de Artillería de Segovia, donde tienen muchas piezas históricas, entre ellas estos 2 cañones, uno de 155mm y otro de 110mm, ambos estuvieron operativos en Navalperal, tanto por un bando como por otro. Tal vez no puede observarse el tamaño real de ambos cañones, pero realmente son muy grandes. Hay que imaginárselos además haciendo fuego.


Os pongo esta foto para que os hagáis una idea del tamaño del de 155mm. Yo mido 1,90cm y estoy subido en el cañón no en el suelo. Creo que la imagen habla por si sola.

"Nava el Peral o Navalperal de Pinares" V

"Como resumen, puede decirse que eran como pequeños raposos recién salidos de la madriguera, que ajenos al peligro, lo mismo se les veía corriendo por las casas derruidas, como por los tejados cogiendo nidos o metidos en uno de los almacenes de Intendencia, haciendo acopio de lo que mejor les parecía, sin temor ni miedo a nada ni a nadie. Únicamente, se tenía un cierto respeto al Sr. Cura, quien, en algunas ocasiones, cuando no podían escapar, les daba considerables tirones de orejas, y los hacía asistir a la catequesis.
De distracción o recreo para la muy escasa juventud, no existía nada. Únicamente, el día de Santa Teresa, patrona de Intendencia, los militares cerraban la plaza con carros, y toreaban alguna vaquilla, amenizando por ocho o diez músicos militares que venían de Ávila.
Era también relativamente frecuente, principalmente en la segunda mitad del año 1.938, que, debido a la proximidad del frente de Las Navas-Santa María, por las tardes traían en un camión a los soldados que allí morían para ser enterrados en este cementerio, puesto que el de Las Navas estaba semi-dominado por la fusilería y la artillería contrarias.
A estos entierros, que solían ser de dos a cinco soldados, metidos en rudimentarias cajas de madera sin cepillar, Don Felipe hacía que fueran acompañadas por los escasos vecinos y, en particular, por los niños, a los que, en principio, le impresionaba que las cajas se encontraran manchadas de sangre, pero después se insensibilizaron hasta tal punto que lo que les extrañaba era cuando no estaban manchadas.
De esta forma, tal vez no muy correctamente relatado, fue como transcurrió la vida en nuestro pueblo durante el tiempo que duró la Guerra Civil.
Una vez terminada la contienda de aquel (no me cansaré de decirlo) lamentable enfrentamiento entre Españoles, comenzaron a regresar aquellas familias que se habían visto obligados a evacuarse a Madrid algunos años antes.
En aquellos terribles momentos vividos, era frecuente poder ver en las inmediaciones de la estación ferroviaria, refugiados del frío como mejor podían en una nave de madera, que había servido de almacén de materiales de la obra de Saltos del Alberche, a varias mujeres y niños que, siendo del Hoyo de Pinares y Cebreros, no se atrevían a marchar a sus pueblos debido a las grandes agresiones físicas de las que eran objeto.
Con relación a esto anterior, existe un hecho del que personalmente puedo dar fe, y que es el siguiente:
Entre las antes mencionadas familias, había una madre con tres hijos de corta edad, que era del pueblo de Cebreros, y su esposo estaba detenido en Madrid.
Este matrimonio, en los comienzos de la Guerra Civil, tenía una pescadería en nuestro pueblo, y se apellidaban Carrión.
Por las causas que fueran y desconozco, el Sr. Carrión, en los primeros momentos de la contienda, había denunciado a un vecino de Navalperal, al que detuvieron, y que, de no ser por unos sobrinos del detenido, hubiera corrido la misma suerte que D. Juan Martín y sus hijos.
Este vecino que fue detenido por orden del Sr. Carrión, si no directa, sí indirectamente murió a consecuencia de la guerra en Ávila el día trece de Octubre de 1.936.
A la viuda de este señor, alguna gente del pueblo le fueron a comunicar a su casa que se encontraba en el muelle de la estación la mujer de aquel que había denunciado a su marido, y que era el momento de darles un escarmiento.
La respuesta de aquella MARAVILLOSA MADRE Y EXTRAORDINARIA MUJER, de muy grato recuerdo para mí y de la que no digo su nombre puesto que ella jamás quiso que este hecho suyo se supiera; su respuesta, repito, fue que como quiera que hacía una muy fría mañana, llenó una lechera de leche de las dos vacas que tenía, y que era su única fuente de ingresos, y recién cocida conservando su calor, con la lechera en una mano y en la otra su hijo pequeño, se la llevó para que les sirviera de alivio del frío y de alimento al menos aquel día.
Esta acción hecha por una humilde mujer, a la que en mi mente guardo como una reliquia y de cuyo hecho fui testigo presencial, muy bien puede ser comparado como aquel otro ocurrido cuando la toma de Baza por los cristianos a los moros, al que la historia tituló:
EL PERDÓN POR LA VENGANZA
Si bien el regreso a sus pueblos de aquellas familias que se mencionan en el relato anterior, ofrecía un cierto peligro de ser agredidos por sus paisanos: en nuestro pueblo afortunadamente no hubo agresiones personales, al menos agresiones, que hubieran tenido ni mediana importancia.
Al regreso de zona republicana de nuestros paisanos, se encontraron con que sus hogares estaban prácticamente destruidos: las puestas y ventanas, las que existían estaban rotas; sin enseres propios de cocina ni ningún otro objeto; los tabiques de las viviendas tirados; algunos tejados, parcial o totalmente, derrumbados; en fin, casas prácticamente inhabitables.
Varios hombres y alguna mujer de los que habían estado en aquella zona, por sus ideales políticos fueron detenidos y encarcelados, quedando sus mujeres y sus hijos sin amparo y protección.
Ante este desolador panorama, hubo familias enteras que emigraron a Madrid, Barcelona y Valencia.
Los que aquí se quedaron, comenzaron a reconstruir sus vidas con grandes esfuerzos, y como buenamente podían: unos, vendiendo alguna de sus fincas si las tenían, y con el producto de sus ventas, compraban sus yuntas y sus carros; otros, para comprar algún tipo de animal, tales como cerdos, gallinas o simienta de patatas, etc.
Si bien hasta entonces no había existido problema alguno para la alimentación (por la abundancia de alimentos que había), en ese momento ya comenzaron a escasear, y en un periodo muy corto de tiempo fue racionado el pan, el aceite, el azúcar,... en fin, todos los artículos de primera necesidad, y cuyas raciones eran totalmente insuficientes para poder sobrevivir.

Andrés Méndez Herranz, "Nava el Peral o Navalperal de Pinares", Madrid, 1991. pp. 209-212