jueves, 22 de mayo de 2014

Vista desde las trincheras

Fotografía panorámica realizada desde el alto de la Modorrilla, donde se encontraba la posición republicana, y mirando hacia el pueblo de Navalperal de Pinares.

Navalperal de Pinares. La Modorrilla. 26 de abril de 2014.


"Nava el Peral o Navalperal de Pinares" IV

Después de mucho tiempo sin poner ninguna entrada nueva, hoy sigo con otra parte de esta obra de la historia de Navalperal. En los próximos días iré poniendo imágenes de uniformidad de tropas de ambos bandos que estuvieron por la zona. Os dejo con la siguiente parte:

"Una vez que todas aquellas familias de los distintos cerraderos fueron reagrupadas, y, bajo una intensa lluvia, entre el constante tiroteo, las llevaron a campo través por la Cuesta de la Grama hasta que se salió a un camino, en donde les montaron en un camión, llevándoles al pueblo de San Bartolomé de Pinares.
A los tres o cuatro días, y después de haber sido tomada declaración, regresaron a Navalperal, al que encontraron abarrotado de tropas: en su mayoría, moros; las puertas y ventanas de las casas, semi-destrozadas y algunas, quemadas; los interiores de éstas, totalmente desvalijados; todos los enseres propios de las viviendas, tales como platos, sartenes, mesas, etc. rotos y tirados por el suelo no sólo en los interiores, sino por las calles.
Es un dato para mí muy significativo que sin ningún comentario expongo, que cada uno puede interpretar como mejor considere, que lo único que dejaron intacto, en las casas, fueron los jamones y el chorizo de cerdo.
Pasados los primeros ocho días, si bien los moros ya se habían marchado, el pueblo quedó ocupado por una considerable cantidad de militares.
Entonces, sucedió que, si antes Navalperal había sido bombardeado por aviones del Ejército Nacional, en los últimos meses del año 1.936 y primeros de 1.937 fue bombardeado por el Ejército Republicano, lo que solían hacer de día.
Por este motivo, una vez más aquellas pocas familias que en el pueblo había, hubieron de sufrir las consecuencias de aquellos bombardeos.
Para protegerse de estos, durante todo el día permanecían en los Lavaderos Públicos, donde se llevaban el alimento necesario, y, cuando aparecían los aviones, se metían en la alcantarilla que cruza la vía del ferrocarril.
El aviso de alarma de cuando llegaban los aviones lo daban los militares que, con unos prismáticos de largo alcance, hacían constante guardia en la torre de la iglesia, y, cuando los localizaban, tocaban las campanas.
A mediados del año 1.937, ya dejaron de bombardear, y aquellas pocas familias hacían su vida normal sin mayores sobresaltos.
Dada la importante situación que, según los militares, Navalperal tenía, fue convertido en un centro de abastecimiento de los frentes de Madrid, Sierra de Guadarrama y frente de Santa María.
Asimismo, era centro de reagrupación y descanso de las tropas, por lo que existía un constante movimiento de militares: unos que venían a descansar (según decían) de alguna batalla, y aquí se cubrían sus bajas, y otros que al venir éstos se marchaban ellos.
A estos militares les hospedaban en los hoteles de por encima de la vía, en los que no existía nada más que los tejados, ya que las puertas, ventanas y todo lo que fuera de madera había sido quemado para calentarse.
Para el abastecimiento tanto de víveres como de armamento de los frentes antes mencionados, estaba organizado como sigue:
Para los alimentos y ropas había una Compañía del Cuerpo de Intendencia: varios almacenes de distintos alimentos, y todo bajo el mando de un Capitán, llamado Arturo.
El despacho de los alimentos donde los camiones venían a suministrar, era donde hoy se encuentra el Bar "La Parra".
En la casa lindante con el Ayuntamiento, estaba el depósito de aceite.
En el salón de Luis y en su parte alta, había latas de sardinas, de carne congelada, botes pequeños de leche condensada y todas las clases de mermeladas; en la parte baja, estaba lleno de sacos de cebada y de castañas pilongas.
Los extraordinarios bloques de escuelas están abarrotados de toda clase de alimentos, tales como garbanzos, judías, lentejas, patatas, azúcar, café, grandes latas de membrillo, así como igualmente de alpargatas, botas, trajes militares, mantas, en fin, todo lo que se pidiera.
Por toda seguridad como cierre de estos almacenes, tenían un alambre retorcido.
Cuatro de los militares de aquella Compañía de Intendencia, de los que uno se apellidaba Polán y otro Félix, estaban destinados a guardar un muy considerable número de reses vacunas. Estas reses habían sido recogidas de los pueblos de nuestro entorno, cuyos propietarios habían sido evacuados a Madrid, y estaban abandonadas, y otras que, desde la parte de Galicia, se traían por ferrocarril.
Estos vaqueros militares, casi a diario, traían un cierto número de reses para ser sacrificadas en el matadero, en el que igualmente había militares que se ocupaban de hacerlo.
Asimismo, si no de continuo, sí, en determinadas temporadas, tenían manadas de cerdos, a los que los alimentaban con cebada y castañas pilongas.
Para el abastecimiento de armas y municiones para la tropa, había otra Compañía de Artillería al mando de un Comandante, llamado Patricio. Este militar tenía su residencia o puesto de mando en la casa de la finca de "La Pila".
En el edificio en el que actualmente se encuentra la Biblioteca Municipal y los anexos de ésta, en la Plaza de Onésimo Redondo, al final de la calle de Los Mártires y principalmente en la fábrica de maderas, se encontraban fuertemente custodiados los polvorines de municiones y armamento; rodeados todos ellos con alambradas de espinos.
Además de la Compañía de Intendencia y Artillería, en este último polvorín de la fábrica, había una Compañía de Ingenieros y otra de Transmisiones.
En este anterior lugar, estaba lo que llamaban la Plana Mayor de Mando, a la que estaban subordinados todas las demás fuerzas, y a cuyo mando estaba un Coronel de Ingenieros.
Esta considerable actividad que militarmente ejercía Navalperal por toda la parte centro y gran parte del Norte, hizo que fuera aún más conocido y nombrado por toda España, adquiriendo una fama poco deseable, por lo que los militares, cuando eran transportados en los camiones o marchaban formados, como estribillos de los cantares o canciones que entonaban, empleaban, entre otros, el siguiente:

Del pueblo de Navalperal
no tiene que quedar
ni piedra sobre piedra,
la tenemos que quemar.

Esta injusta fama que, a mi juicio, adquirió nuestro pueblo (y que aún se recuerda por varias partes de España; principalmente en Orduña, Arrigorriaga y otras más), influyó muy negativamente a lo largo de muchos años posteriores, principalmente cuando se trataba de lograr alguna subvención por parte del Gobierno.
Durante los años de guerra, las familias que en el pueblo se encontraban, sí bien es verdad que no eran molestadas si no había bombardeo alguno, vivían en un cierto estado de sobresalto.
Para su alimentación, no existía problema alguno puesto que sobraba, y era fácil de conseguir toda clase de alimentos, incluso aquellos no conocidos para ellos entonces: tales como la carne congelada, gran variedad de mermeladas, la leche condensada,...
Toda la agricultura quedó paralizada, y solamente se sembraban algunos huertos de patatas, ocupándose únicamente de la ganadería.
Los niños, prácticamente sin escuela, campaban a sus anchas como fierecillas sin domesticar, siendo el Sr. Cura Don Felipe, el que los retraía en todo lo que le era posible.
Ambientados en la situación del momento que vivían, su principal juego o distracción consistía en coger balas de fusil que en cualquier parte había cantidades de peines enteros, y en una cualquiera de las muchas casas abandonadas ponían lumbre, y sobre la cual echaban las balas. Puede suponerse el tiroteo que se producía, y el peligro al que se exponían.
A pesar de estos peligrosos juegos, nunca ocurrió nada irreparable, si bien en una ocasión a Juan Fragua Cogorro le saltó el pistón de una de las balas, y le hirió en un dedo de una mano sin consecuencias graves".

Andrés Méndez Herranz, "Nava el Peral o Navalperal de Pinares", Madrid, 1991. pp. 204-208.